Durante algún tiempo, me encontré en la disyuntiva entre seguir pasando mi tiempo conmigo misma (en mi espacio y a mi manera); y unirme a un equipo de corredores. Veía las ventajas y desventajas de ambas situaciones, sin lograr decidirme. Así que comencé a explorar más a fondo la app para correr de Nike, en la cual ganaba badges cada ciertos kilómetros, mismos que me servían mucho de automotivación. En mi exploración, descubrí que en la aplicación también podía ver dónde se reunía el equipo de la marca para entrenar y, lo más importante, ahí publicaban qué carreras estaban organizando en mi ciudad.
Así fue como recordé la emoción de aquella primera carrera, y comprendí que por más badges virtuales que obtuviera, la adrenalina que da el disparo de salida de una carrera presencial es inigualable. Ciertamente cuando se entrena con cierta constancia sí hay algo de espíritu competitivo, ya que te fijas en cómo te fue respecto al día anterior, respecto a cómo esperabas que saldría el workout del día, respecto a otros corredores que te encuentras en tu camino, y quizá hasta puedes usar las estadísticas que arrojan diversas aplicaciones para medir tu desempeño respecto al de otras personas del mismo sexo, en rango de edad y hasta en tu misma ciudad. Sin embargo, es en las carreras donde todo queda verdaderamente expuesto: lo bueno, lo malo y también lo feo.
La carrera de Nike Women tenía muchas cosas buenas. De entrada se trataba de un medio maratón, lo cual valía la pena para mí ya que solía pensar: si voy a pagar por una carrera, que sea una distancia retadora y larga para que cada centavo pagado lo desquite mejor. Otra cosa que esperaba era una bonita medalla, pues en otros países las participantes habían recibido medallas de Tiffany & Co. Y un tercer aspecto que me parecía muy importante era que de alguna forma el piso estaba parejo: al competir solo con mujeres, realmente iba a poder ver en qué nivel estaba y qué tanto debía aplicarme para recuperar lo perdido tras mi estancia fuera del país.
Lo malo fue que no estaba en forma ni suficientemente fuerte para hacer un medio maratón. Había dejado de correr algunos meses y lo sustituí por comer muchos pastelitos con café y vivir la vida, por lo cual, al volver a retomar este pasatiempo, tenía varios kilos de más, mala condición, alta intolerancia a la contaminación de la Ciudad, y estaba muy lejos de donde me encontraba dos años atrás. Eso hizo que comenzara a tener un dolor de la ingle debido a la falta de fuerza. En aquella época, no estaba plenamente consciente de que correr no es solo correr, y menos cuando se persigue un cierto ritmo por kilómetro. Así que opté por tomar ibuprofeno cada vez que me dolía, lo cual disfrazaba el dolor pero también me iba lesionando más y más.
Lo feo ocurrió durante y después de la carrera. Durante la carrera, rápidamente me di cuenta de que volver a correr como en mi primera carrera no iba a ser posible. Me resigné a medias, ya que luché por llegar lo más adelante posible. Si bien estaba lejos de quedar siquiera en el top 100, había muy pocas chicas en la parte donde yo me encontraba y teníamos mucho espacio para que cada una corriera sin ir codo a codo. Aún así, dos veces recibí codazos fuertes. En ambas ocasiones, los codazos ocurrieron al dar vuelta, en partes de la ruta donde éstas eran muy cerradas. “¿Por qué el codazo?” Pensé. “Ninguna va a ganar, ¿qué sentido tiene pegarle a la persona que tienes a lado?” Eso es algo que sigo sin entender, especialmente porque uno de los codazos me pegó en el pecho y sí que dolió. En fin…
Al terminar la carrera, y un poco desconcertada por el doble incidente, me encontré con una medalla inesperada de Tanya Moss, jajaja… ya imaginarán mi decepción! Sinceramente, es de mis medallas menos favoritas, jejeje… Vive en una bolsa de plástico a lado de las medallas a las que menos afecto les tengo. No me dan ganas de portarla, y menos de colgarla a lado de las demás medallas que sí me gusta exhibir.
Al final, decidí no tratar de darle sentido a lo ocurrido, sino simplemente seguir corriendo, buscar recuperar el nivel que alguna vez había alcanzado (ese día corrí el medio maratón en 1h 46′ 20″); no me atendí mi lesión, lo cual fue empeorando mi situación con el paso de los meses; y sobre si correr o no en equipo, en ese momento decidí seguir analizándolo a fondo, ya que no estaba segura si eso era para mí.